Domingo, Mayo 5, 2024
Columna de Opinión

En Chile, Tolerancia versus Aceptación

Por: Santiago Jara Franco, Diplomado en “Ingeniería de la Capacitación Amplía”, con estudios en formulación y evaluación de proyectos sociales; formación en el modelo de capacitación basada en competencias laborales, y en gestión de calidad bajo la Norma NCh 2728:2015, así como capacitación en el manejo de programas computacionales.

En el caso de Chile, hablamos de tolerancia por las diferencias, tolerancia a los pobres, tolerancia a los gays, tolerancia a los extranjeros/as, tolerancia a los pueblos originarios, tolerancia a las personas en situación de discapacidad…, tolerancia ante las opiniones e ideologías distintas. Es lo que más se escucha en estos días: “debemos ser tolerantes”.

Pero me pregunto, ¿por qué tengo que tolerar al otro/a? Tolerar es como aguantar al otro/a con los dientes apretados, con la rabia contenida. Tolerar es decir yo te acepto, pero lejos, aparte de mí. Yo te tolero, pero no te metas conmigo, quédate en tu rincón, en tu gueto. Yo te tolero, en la medida que yo no te vea, en la medida que tú vivas tu vida aparte y a escondidas.

Tolerar es esperar que los demás distintos a mí, cambien y se hagan iguales a mí, o que en algún momento se extingan, desaparezcan, por eso, es mejor que se mantengan aparte, alejados.

Quizás, sea porque como sociedad y como individuos nos hemos quedado en este nivel primario y primitivo del desarrollo humano, donde solo consideramos como ideal deseable el estar separados para no afectarnos, para no entrar en conflictos, como estándar básico de convivencia social. Nos hemos acostumbrado a que es mejor evitar los conflictos y las diferencias, porque somos incapaces de enfrentarlos e integrarlos, porque somos incapaces de aprender de ellos, como un factor de desarrollo en lo personal y social.

Sin embargo, con esto no logramos saltar al siguiente nivel que implica aceptar y valorar las diferencias con el/la otro/a y entre nosotros/as, para construir una sociedad inclusiva, donde las diferencias entre las personas sean un valor y la diversidad una verdadera riqueza.

Sí, tú y yo pensamos diferentes, somos distintos, nos gusta distinta música, nos vestimos diferentes, vivimos en barrios distintos, nuestros/as hijos/as estudian en colegios segregados, preferimos otras comidas, tenemos distinto pensamiento político, otras creencias religiosas, e incluso, nos gustan distintos equipos de fútbol, pero esto no me hace mejor o peor que tú, ni tampoco yo soy el bueno ni tú el malo, ni mucho menos tú eres el enemigo.

Teniendo tan cercano el triunfo del Rechazo en el plebiscito del 4 de septiembre, debemos superar la lógica de vencedores/as y vencidos/as, de ganadores/as y derrotados/as, de esclavistas y esclavos/as, y tantos otras categorías que inventamos para dividirnos y exacerbar el clima de crispación, violencia y odio que nos afixia como sociedad.

Yo estuve por el Apruebo, pero no me siento derrotado ni, mucho menos, vencido, porque la fuerza de la historia nos impele a las grandes transformaciones, esa fuerza que se fue larvando por muchos años y estalló en octubre de 2019, y esa fuerza no se ha extinguido, se mantiene latente en las conciencias de muchos de mis compatriotas.

Esa fuerza solo espera que se encauce y se exprese por las vías democráticas y pacíficas.

Me gustaría que alguna vez en Chile, en un tiempo no muy lejano, para el 11 de septiembre y quizás también para todo el año, los/as chilenos/as de diferentes categorías sociales, pudiésemos vivir en una situación de aceptación y valoración de las diferencias, y pudiésemos construir un nuevo pacto social, basado en la verdadera inclusión de la diversidad, no como un eslogan, sino como un estilo de vida natural y cotidiano.

Ese es el camino al desarrollo como país…

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