Martes, Mayo 7, 2024
Columna de Opinión

Los riesgos de la idolatría

Por: Andrés Rojo Torrealba, Periodista.

Extrañamente, a diferencia de mandatarios anteriores, el Presidente electo parece encarnar un modelo ideático de lo que quiere la sociedad, un Presidente joven, con una novia moderna que tiene opiniones propias y hasta un perro defensor del animalismo. Es fácil confundirlo con una especie de salvador por parte de quienes creen que el camino que ha recorrido nuestra sociedad desde hace casi 50 años es una senda que hace imposible la equidad.

Hay mucho de deseo en esa apreciación, y la existencia de ese deseo es precisamente expresión de nuestros vacíos emocionales y psicológicos, porque las personas no son el Producto Interno Bruto o los bonos destinados a disimular las injusticias del modelo político y económico. La gente quiere sentirse protagonista de sus propias vidas, sin depender de las decisiones que puedan tomar los integrantes de esas redes de poder que supuestamente confabulan para hacernos infelices, pero también quieren que el Estado los proteja cuando se equivocan o tienen mala suerte.

Ese deseo es legítimo, pero está asentado sobre bases poco realistas y el anhelo de que la simple asunción en el gobierno de una persona que hasta ahora parece honesta y bien intencionada basten para llevarnos a todos a un nivel de calidad de vida superior y negado en el pasado, parece buscar más las habilidades de un mago que saca las soluciones de un sombrero de copa que de un estadista que entiende que hay que reordenar los recursos existentes en el país para tener mejores resultados.

La idolatría conduce a la divinización del personaje, y hay una parte importante de la población que parece creer que esta vez sí hemos elegido a alguien digno y capaz de conducirnos a una vida ideal, o al menos mejor de lo que hemos conocido en el último medio siglo de historia nacional.

El aumento de las expectativas suele estar sucedido por la desilusión, y sabiendo este fenómeno, las nuevas autoridades han tratado de aterrizar las ilusiones que ellos mismos generaron para ganar las elecciones, pero hay una dificultad porque parte de quienes apoyan al Gobierno creen que es necesario mantener la ilusión ciudadana para sostener un estado de movilización que presione para obtener los cambios que se buscan, y como una forma de romper el empate que existe en el Parlamento y la previsible resistencia de los actores económicos que se oponen a los cambios.

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